domingo, 10 de noviembre de 2013

Tu mente ya está diseñada para ser maravillosa

"Cuando nacen los niños les enseñamos a hablar y caminar, para luego pedirles que se callen y estén quietos” dice la expresión popular.

Cuando tenía apenas dos años luchaba con todas mis fuerzas para poder ir a las excursiones con mis hermanos mayores, y aunque fuera con dos ruedines, me colocaba con mi bicicleta roja en la puerta para que me llevaran con ellos.

Con los años, esa ilusión por aprender a montar en bici se perdió en la rutina, ¡y ahora parece que tenga que esforzarme para hacer algo que mi impulso natural ya me pedía! A veces creemos que se trata de aprender, y quizá la asignatura pendiente es desaprender para recuperar lo más simple que somos, lo más ESENCIAL. Hemos necesitado institucionalizar, racionalizar y parametrizar acciones que de forma natural ya haríamos sin esfuerzo.

Respirar, saltar, correr, bailar, escuchar, preguntar, hacer volteretas… Son cosas que los niños hacen sin pensarlo dos veces, como parte de su naturaleza. Pero nosotros estamos tan “evolucionados” o “culturizados” que necesitamos de estructuras para recuperar ese lado más sencillo.

En África nadie da clases de baile, ni hace yoga, ni se apunta en su agenda “quiero aprender a escuchar más”. No salen por la mañana a correr ni necesitan apuntarse al gimnasio.

Pero es el precio que pagamos por ser civilizados. No se trata de negar nuestra cultura ni de alejarnos de nuestra realidad actual, sino de ser conscientes de que dentro de nosotros hay un niño que está diseñado para saltar, doblarse, correr y cantar. ¡Que seamos capaces de naturalizar esas actividades de nuestro día a día es el verdadero reto!

Precisamente por eso me gusta utilizar la palabra “incorporar”, porque etimológicamente significa “meter en el cuerpo”, de tal manera que creo que la clave está en “meter en el cuerpo” los hábitos, para que sean tan naturales para nosotros como comer o dormir, y así lo que al principio nos suponía una lucha interna entre lo que nos apetecía y lo que queríamos/debíamos, termina por ir de la mano, y se produce la armonía dentro de nosotros; una coherencia e integridad entre lo que somos y lo que queremos.


Artículo extraído de www.lamenteesmaravillosa.com

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